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Por, Luke Wayne
30 de mayo de 2016

El «Anciano de Días» es, en una de las visiones de Daniel una figura que representa sin duda alguna, a Dios. Daniel 7 describe una sucesión de reinos descritos como varias bestias. Estos reinos son finalmente derrocados cuando el Anciano de Días se siente en juicio sobre ellos en Su glorioso trono y otorga dominio y un reino eterno a «uno como Hijo de Hombre» a quien todos los pueblos deben servir (o adorar). Esta visión es una profecía mesiánica en la que el «Anciano de Días» representa específicamente a Dios el Padre y el «Hijo de Hombre» es Dios el Hijo, Jesucristo.

Daniel 7:9-10 introduce y describe al Anciano de Días como aparece en la visión de Daniel:

«Seguí mirando hasta que se establecieron tronos, y el Anciano de Días se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve, y el cabello de su cabeza como lana pura, su trono, llamas de fuego, y sus ruedas, fuego abrasador. 10 Un río de fuego corría, saliendo de delante de Él. Miles de millares le servían, y miríadas de miríadas estaban en pie delante de Él.
El tribunal se sentó, y se abrieron los libros».

El pasaje continúa explicando:

  • «Seguí mirando en las visiones nocturnas, y he aquí, con las nubes del cielo venía uno como un Hijo de Hombre, que se dirigió al Anciano de Días y fue presentado ante Él. 14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su dominio es un dominio eterno que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido» (Daniel 7:13-14).

Esta escena es, estrechamente paralela a la descrita con mayor detalle en Apocalipsis (en particular, comenzando en los capítulos 4-5 y continúa avanzando en el resto del libro). Allí, el Señor está sentado gloriosamente en Su trono y se le acerca el Cordero, quien abre un rollo de la mano del Señor y recibe a las naciones como Su herencia. Una bestia que representa un malvado reino humano es derrocada, y el Cordero gobierna toda la tierra y comparte el mismo trono de Dios. En los evangelios, a Jesús también se le llama con frecuencia «Hijo de Hombre», a veces con referencia directa a Daniel 7: «y he aquí, con las nubes del cielo venía uno como un Hijo de Hombre». Esto ciertamente parece indicar que el entendimiento de este pasaje en el Nuevo Pacto es que el Anciano de Días es, específicamente Dios Padre y que el Hijo del Hombre es Dios Hijo.

Los primeros escritos cristianos fuera de la Biblia también señalan con frecuencia esta interpretación.[1] Incluso el apócrifo judío «Libro de Enoc», tomando de Daniel, describe al «hijo de hombre» como una figura divina y eterna a quien le es dado el Reino mesiánico por la «Cabeza de días» (que obviamente es paralelo al «Anciano de Días» de Daniel.) Si bien este libro es completamente apócrifo y no tiene autoridad, sí nos muestra que al menos algunos judíos que leían Daniel 7 entendieron que tanto el «Anciano de Días» como el «Hijo de Hombre» deben ser figuras divinas dignas de adoración universal, pero sin violar el monoteísmo bíblico. La comprensión cristiana de este pasaje responde plenamente a este enigma de la doctrina de la Trinidad y la encarnación de Dios el Hijo.

Notas a pie de página:

[1] Para ejemplos de esto, vea «Diálogo con Trifón» de Justino Mártir, Capítulos 31-32 (mediados del siglo II), «Instituciones divinas» de Lactancio, Capítulo 47 (finales del siglo III / principios del siglo IV) y «Sobre la Trinidad» de Agustín, libro 2 , Capítulo 18 y también en su «Ciudad de Dios», Libro 18: Capítulo 34 (principios del siglo V).

Por Carlos E. Garbiras

Carlos Enrique Garbiras es Director general en Ministerio de Apologética e Investigación Cristiana (MIAPIC). Actualmente, sirve en predicación y enseñanza de la Palabra de Dios en Bogotá, donde dirige además la Escuela de Estudios Teológicos MIAPIC.

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