Por, Roberto Isaac

«Con misericordia y verdad se corrige el pecado; con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal» (Proverbios 16:6. Reina-Valera 1960).

Misericordia y verdad, la fórmula de corrección bíblica, son dos cosas que deben existir siempre en la boca del cristiano, particularmente quienes se dedican a la predicación. Una iglesia donde sólo se predica la misericordia dejando de lado la verdad es una iglesia emocional e ignorante donde seguramente abundará el pecado. Por otro lado, una iglesia en donde se predica solo la verdad olvidando la misericordia es una iglesia «farisea» donde seguramente las ovejas terminan siendo lastimadas y alejadas del redil.

No olvidemos que la Palabra de Dios es más cortante que toda espada de dos filos (Hebreos 4:12), por lo tanto, si es empuñada por líderes que no tienen en claro que nunca debe faltar la misericordia como ese bálsamo en el corazón del oyente, las consecuencias serán desastrosas.

Lo que sí Mostró Jesús: Misericordia y Verdad, La Fórmula de Su Corrección Bíblica

Jesús ha sido y será el hombre más santo y justo que jamás ha pisado la tierra. Pero Él no intimidaba a nadie con Su santidad y justicia. Él era capaz de sentarse tanto a la mesa de los pecadores como de los altos dignatarios. Sus palabras, sin lastimar a nadie, eran vida, lleno de verdad sí, pero lleno de gracia también (Juan 1:14). Lo que Jesús denunció siempre fue la HIPOCRESÍA de los religiosos. ¡Por eso el verdadero hombre de Dios es aquel que es capaz de llevar o encaminar a las almas a Cristo y no alejarlas de Él!

Finalmente, es mediante el temor del Señor que el pecador puede ser capaz de alejarse del mal. Una persona NO dejará el pecado por los regaños, señalamientos, crítica, griterías, sermones llenos de emoción, coerción, «bullyng espiritual» o amenazas. Es sólo cuando el temor de Jehová inunde su corazón, lo cual solo es posible mediante la acción del Espíritu Santo. Él es quien produce una fe viva y eficaz en el interior del pecador al escuchar la Palabra de Verdad. Esa Palabra que como una espada lubricada por el ungüento de la misericordia penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Por Carlos E. Garbiras

Carlos Enrique Garbiras es Director general en Ministerio de Apologética e Investigación Cristiana (MIAPIC). Actualmente, sirve en predicación y enseñanza de la Palabra de Dios en Bogotá, donde dirige además la Escuela de Estudios Teológicos MIAPIC.

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