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«Entonces, reuniendo a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, indagó de ellos dónde había de nacer el Cristo. 5 Y ellos le dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta: 6 tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un Gobernante que pastoreará a mi pueblo Israel» (Mateo 2:4-6).
Es interesante notar aquí que los judíos en Jerusalén sí conocían exactamente el lugar del nacimiento del Mesías prometido. Le informan a Herodes y él mismo intenta asesinarlo. Plan que finalmente se cumple dentro de la perfecta voluntad de Dios por los mismo Judíos que habían señalado el lugar de Su nacimiento y que nunca lo aceptaron en sus corazones.
Hoy día el mundo no podría asesinar a Cristo, pero si Su ministerio se hubiera desarrollado en esta, nuestra época, se cometería el mismo acto de hace casi 2.000 años. No te sorprendas.
Muchos celebramos el haber vuelto a nacer por el poder de Su Palabra y no necesitamos fecha particular para celebrar Su nacimiento en nuestros corazones: ¡Él ya vive en nosotros!
Pero la pregunta que debemos hacernos es: ¿Hemos nosotros, a través de nuestro testimonio y siguiendo el mandato de Cristo permitido que el Espíritu Santo obre en los corazones de los no creyentes para que ellos puedan clamar verdaderamente: ¡Nos ha nacido un niño!?
Cristo Hombre es nuestro Mediador, ya el bebé dejó de serlo para convertirse en el sacrificio perfecto y aceptable de Dios para perdón de nuestros pecados.