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Definitivamente, sí. Los creyentes deberían invitar a los incrédulos a la iglesia. Las congregaciones deben ser lugares donde puedan venir y escuchar la predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios.
- «¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (Romanos 10:14).
Sin embargo, las congregaciones no son el único lugar donde pueden escuchar la Palabra de Dios. Todos los cristianos deben, de forma adecuada, comunicar el mensaje del evangelio a los incrédulos. La gente no tiene que ir a la congregación para eso. Pero una buena congregación cristiana debería ser, naturalmente, un lugar donde los incrédulos deberían sentirse bienvenidos y dispuestos a escuchar la verdad de la Palabra de Dios. Los cristianos de esas iglesias deben hacer que todos se sientan bienvenidos y cómodos. Es simplemente ser cortés y mostrar un comportamiento piadoso adecuado.
Ahora bien, hay congregaciones a las que no recomendaría que asistan incrédulos, debido a que tienen un comportamiento demasiado carismático que parecen personas locas corriendo y actuando de manera extraña, hablando en lenguas sin orden creando un caos general. Este no es un buen ambiente para los incrédulos.
- «Por tanto, si toda la iglesia se reúne y todos hablan en lenguas, y entran algunos sin ese don o son incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?» (1ª Corintios 14:23).
El anterior versículo habla de un don carismático (lenguas) que se usa en la iglesia. A Pablo le preocupa cómo el incrédulo percibirá la asamblea, por lo que él requiere orden, no caos. Las lenguas deben practicarse con cuidado, con sobriedad y sabiduría, para no hacer tropezar a los incrédulos que puedan estar presentes.
Sin embargo, si una congregación cristiana es bíblica, no será caótica, no hará mal uso de los dones carismáticos, no siempre estará mendigando dinero, etc. En cambio, predicará a Cristo y a este crucificado en todos sus mensajes. En otras palabras, las congregaciones cristianas deben predicar quién es Jesús y lo que hizo en la cruz, y el evangelio debe estar presente de una forma u otra en toda predicación.