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Por el hecho de que el Espíritu Santo habite en nosotros, esto, no nos hace divinos. La divinidad es la cualidad de ser Dios y nunca podremos ser como Él. Más bien, somos morada de Dios. Jesús en Juan 14:23, dijo: «Jesús respondió, y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada». Esto significa que la Divinidad mora en nosotros, pero somos diferentes en naturaleza.

Además, debemos tener cuidado aquí con la frase «somos humanos y divinos». Cuando afirmamos que «somos» algo, está relacionado con nuestra naturaleza, nuestra esencia. Nuestra naturaleza no cambia y no se vuelve divina aun cuando el Espíritu Santo more en nosotros. Más bien, somos seres humanos que tenemos al divino Señor morando en nosotros. Hay una gran diferencia entre tener al Señor morando en nosotros y el pretender ser divinos.

El único que es tanto humano como divino, es Jesús:

«Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Él» (Colosenses 2:9).

Jesús es divino porque era el Verbo hecho carne (Juan 1:1, 14). Dentro de Él existen dos naturalezas distintas: divina y humana. Estas dos naturalezas se manifiestan en una sola persona. Es una encarnación permanente.

Pero, volviendo al tema, el hecho de que Dios more en cada hijo de Él, no nos hace divinos ni cambiará nuestra naturaleza. Nuevamente, y para reiterar, Dios mora en Sus hijos. Somos morados por lo divino. Pero todavía somos humanos en nuestra naturaleza la cual, no cambiará hacia un estado divino.

Por Matt Slick

Presidente y Fundador del Ministerio de Apologética e Investigación Cristiana. Matt obtuvo su Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Concordia, en Irvine, California en 1988. Obtuvo su Maestría en Divinidades en el Seminario Teológico de Westminster en Escondido, California en 1991.

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